Local de ambiente LGTBIQ+ con espectáculos, sala de cocktails y un ambiente amigable para todos.
«El Piscis»
En una ciudad vibrante, donde las calles siempre estaban llenas de risas, luces neón y un aire eléctrico, nació un lugar que no solo iba a convertirse en un refugio, sino en un símbolo de lucha, unidad y amor.
Era el año 1980. La década de los 80 ya empezaba a teñirse de colores brillantes, pero el camino para muchos seguía siendo oscuro. Para el colectivo LGTB, la sociedad aún mantenía una mirada crítica, a veces hostil, hacia aquellos que no encajaban en las normas tradicionales del amor y el deseo. Sin embargo, en el corazón de esa ciudad, donde la libertad siempre había encontrado su espacio, surgió un proyecto que sería un faro en medio de la tormenta.
«El Piscis«, como se llamaría popularmente la discoteca, nació de un emprendedor que decidió hacer frente a esa oscuridad con una chispa de esperanza y en su interior llevaba la certeza de que algo debía cambiar. Decidió crear un lugar donde todos pudieran ser quienes eran, sin máscaras, sin miedo. Una pista de baile, luces que nunca se apagaran, y una música que uniera los corazones.
En sus primeros días, la discoteca era un local en un edificio en el centro de la ciudad, no tenía la pompa ni la grandeza de las discotecas de fama mundial, pero tenía algo mucho más importante: acogió a quienes se sentían invisibles, a los que no encontraban un espacio donde expresar su amor libremente. Cada noche, «El Piscis» se llenaba de almas que buscaban pertenencia y un espacio seguro en el día a día.
A medida que los años avanzaban, el lugar crecía. No solo en tamaño, sino en impacto. Aquella pequeña sala se convirtió en un punto de encuentro para la comunidad LGTB, un espacio seguro donde la música de artistas como David Bowie, Queen, y Madonna llenaba el aire, celebrando la diversidad. Las luces de la pista de baile representaban más que un simple espectáculo visual: eran un símbolo de esperanza y aceptación.
Los drag queens, las lesbianas, los gays, las personas trans y todas las identidades se mezclaban sin barreras. Nadie era un extraño allí. Cada noche, alguien podía ser quien quisiera ser: no solo en la pista de baile, sino en la vida.
Sin embargo, no todo fue fácil. En sus primeros años, el club enfrentó hostilidad de quienes no comprendían o aceptaban lo que representaba. Hubo amenazas, peleas, y hasta intentos de cerrar el local. Pero los fundadores nunca perdieron la fe. «El Piscis» no era solo un negocio: era una misión. La misión de demostrar que el amor no tenía fronteras.
A finales de la década de 1980, la discoteca ya era un icono. Su nombre se mencionaba con cariño por aquellos que habían encontrado allí su segundo hogar, un lugar que representaba la lucha por los derechos LGTB y la visibilidad en un mundo que aún estaba dando sus primeros pasos hacia la aceptación.
«El Piscis» no solo era un club; era la manifestación de la resistencia a la homofobia y a la discriminación. Era la prueba de que la unidad, la alegría y el amor podían florecer incluso en los lugares más inesperados.
Y hoy, más de 45 años después, la leyenda de ese pequeño club sigue viva. Ahora, renovado y convertido en un emblema de la historia LGTB de la ciudad, «El Piscis» sigue siendo un santuario para aquellos que buscan amor, aceptación, y sobre todo, ser ellos mismos.
Hoy, 45 años después tiene a su nombre «El callejón del Piscis», la muestra de la supervivencia y de la superación reconocida por el Ayuntamiento de Murcia, dando el nombre a la calle con el del local que allí nació.


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